
Si vemos el mundo con ojos humanos, terminaremos sin entender por qué del sufrimiento. Pero si impregnamos nuestra vida de Dios, comenzaremos a ver las cosas de un modo distinto. Por contradictorio que pudiera parecernos, el sufrimiento es uno de los caminos de la felicidad cristiana, porque el sufrimiento a la luz de la cruz nos acerca a Jesús.
Dios espera que seamos cristianamente felices, y eso lo podemos lograr en nuestra vida ordinaria. Acercarse a Dios es encontrar la felicidad, y a Él se le puede encontrar en todos los momentos de nuestras vidas: en el taller, en la oficina, en la escuela, en la casa. Si nos vamos haciendo conscientes de la intervención permanente de Dios en nuestras vidas, iremos conociéndolo. Conocer a Dios es amarlo, y no hay un medio más seguro para la felicidad que amar a Dios, que cumplir Su voluntad.
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